Todo lo bueno se acaba y el verano 2020 en Tórtoles también llega
a su fin, en mi caso, pasados los primeros días de septiembre. Hora de despedir
las vacaciones más largas y extrañas de los últimos años. Este capítulo, el
número de 12 de esta serie de post "Diario de un Tortolico 2020",
cierra los recuerdos que hemos vivido en el pueblo, volviendo a disfrutar del
verano como cuando éramos pequeños. A pesar de no tener fiestas, no hemos
parado de hacer planes: meriendas, pantano, paseos, deporte, lluvia de estrellas,
excursiones... En este último capítulo, voy a mencionar otros pequeños
planes que hemos hecho este verano en Tórtoles pero no los he contado en los
post anteriores.
¡Vamos
a por caracoles! Todos los años cuando cae una tormenta de verano son muchos
los que salen a buscar caracoles. Un bien preciado y la comidilla en el pueblo
durante unos días: "¿Cuántos has cogido?", "¿Cuándo has
salido?", nadie suele desvelar por donde han ido a buscarlos para que no
vayan otro día a quitárselos. Desde que era pequeño no había salido a por
caracoles y este verano un día que hacía muy mal tiempo, lluvia, frío y viento
salimos un rato antes de comer mi madre, Vicky y yo. Aunque al principio nos
costó encontrar alguno, poco a poco nos hicimos con un buen puñado a medida que
el tiempo empeoraba. Llegamos a casa empapados y helados de frío.
Siestas
en los caños con la hamaca. Antes de verano me agencie una hamaca y me pareció
buena idea llevarla a Tórtoles. Muchos días, después de comer me subía solo a
los caños y colocaba la hamaca entre dos árboles para echarme una siesta.
También me subía un libro y echaba allí la tarde. El único inconveniente eran
las moscas que no paraban de molestar con su zumbido. Alguna tarde los amigos
también subían escapando del calor y nos quedábamos allí de charleta o jugando
a cartas.
Chefs
Velasco. Los primos nos animamos a cocinar algún que otro día. Vicky y yo nos
picamos por ver quién de los dos hacía la mejor tortilla de patata (claramente
gané yo). Otro día nos animamos con las pizzas caseras elaborando la masa
nosotros mismos. El resultado fue desigual, Pablo no pudo utilizar la masa y
tuvimos que comprar tortas de pan para salir del paso. No podía faltar mi
lasagna de carne hecha con láminas de pasta fresca y Sonia nos degustó con su
especialidad, la Cheescake.
Ante
la duda, los bares son la mejor opción. La mayor parte del tiempo en Tórtoles
la pasamos en los bares, es el punto de encuentro para quedar con los amigos: antes
de comer "el vermut", después de comer el café o los días especiales como
los viernes de piezos o las partidas de mus, unas copas. La ronda de cerves
antes de subir a cenar, y después de cenar, si no se avecina lio, no puede
faltar un cola-cao caliente para combatir las frías noches tortolicas. Los
bares son imprescindibles, le dan vida y ambiente al pueblo.
Comida
en Roa y visita a Marcos en La Cueva. La última semana de vacaciones hicimos
una pequeña escapada para comer en el restaurante del hotel en Roa. Cuando
acabamos de comer, nos acercamos a La Cueva de Roa y Marcos nos hizo una visita
guiada por el pueblo. Nos enseñó la nave donde tiene los tractores y la
maquinaria que utiliza para trabajar como agricultor en la cosecha de la
patata. Antes de despedirnos, nos llevó al corral donde tiene las gallinas.
Echando la vista atrás, puedo decir que ha sido uno de los mejores veranos en Tórtoles desde hace años, no solo porque he podido estar más tiempo, sino por todos los planes que hemos hecho. Espero que el 2021 sea igual o mejor, eso querrá decir que podré volver a escribir una nueva temporada de Diario de un Tortolico y guardar estos recuerdos para toda la vida.